Existe la idea general, sobre todo entre las personas que desconocen nuestra asociación y la labor que realizamos las monitoras, de que en la Liga de La Leche estamos para ayudar a amamantar. Bien, tal vez lo que voy a decir a continuación os sorprenda, pero esto no es exactamente así:
En LLL estamos para informar y apoyar a las familias. Sea cual sea la decisión que tomen con respecto a su lactancia.
Si algo puedo estar segura de que tenemos en común todas las monitoras, alrededor de todo el mundo, es que nosotras no damos consejos. Hacemos sugerencias, contamos experiencias, damos ideas... Pero jamás aconsejamos: la decisión final sobre qué hacer con la información (empírica y objetiva) que nosotras proporcionamos pertenece a cada familia, ya que en cada lactancia intervienen tres factores: el bebé, la mamá y las circunstancias. Y son éstas últimas las que pueden hacer que, finalmente, una familia que tenía intención de amamantar decida que lo mejor para ellos es no seguir adelante con la lactancia materna, o directamente no iniciarla.
Personalmente, y pensando en las familias que han optado por no lactar y que yo he tenido el privilegio de conocer directamente, casi podría hacer dos grupos "básicos":
- Cuando la madre/familia quiere amamantar pero las circunstancias a su alrededor hacen que dude de su propia capacidad para hacerlo, y finalmente opta, a su pesar, por la lactancia artificial.
- Cuando la madre/familia quiere amamantar pero las circunstancias a su alrededor hacen que la madre/familia decida, intencionada y libremente, optar por la lactancia artificial.
Hoy me gustaría hablar sobre estas segundas.
Las circunstancias que pueden llevar a una familia a decidir que la lactancia materna no es su mejor opción son tan variadas y variables como familias existen en el planeta. Una misma circunstancia, como puede ser (por ejemplo) la hospitalización del bebé, puede hacer que una madre encuentre en el mantener la producción de leche la manera de "luchar" por su bebé, mientras que otra madre puede sentir que necesita emplear sus energías en otro tipo de cuidados, pasando el método de alimentación a un plano no prioritario. Es decir: ante una misma circunstancia, cada familia puede reaccionar de diferente forma, y cada reacción es igual de válida que la otra, siempre.
He mencionado una hospitalización, pero circunstancias hay muchas: algunas excepcionales y otras totalmente cotidianas.
Como decía, estas familias, que tenían intención de amamantar, por la circunstancia, contexto y razón que sea, finalmente deciden que no será así. ¿Qué sucede con ellas después?
Pues, lo primero que he de decir, es que estas familias tienen mi total admiración: una de las cosas posiblemente más difíciles que podemos hacer como padres es renunciar a nuestras propias expectativas en pos de hacer lo que pensamos que es mejor para nuestros hijos. Y es una de las cosas más difíciles siempre: durante su infancia, su adolescencia e incluso su edad adulta. Enfrentarse a ese gran reto recién estrenada la ma/paternidad es una prueba verdaderamente dura.
Durante el embarazo, la familia que tiene en mente amamantar, aún informándose bien y sabiendo que a veces la lactancia puede tener sus dificultades, lo habitual es que al lanzar la imaginación hacia adelante tenga una imagen idílica de su propia lactancia: miradas, caricias... Disfrute. Es una imagen embelesadora, íntima y muy, muy potente.
Pero el mundo gira según sus leyes y no según las nuestras, y a veces la realidad que se nos presenta se aleja diametralmente de la que nosotros esperábamos encontrar. Renunciar a esa imagen soñada de intimidad y disfrute con un hijo nunca es fácil. Nunca. Especialmente si tenemos en cuenta que si tomamos esa decisión es que la realidad que nos hemos encontrado ya está resultando, probablemente, bastante dura de por sí. Atreverse a dar el paso, a decir adiós a esa expectativa que se tenía, para tomar la que creemos que es la mejor decisión en una circunstancia dada se merece todo nuestro respeto y reconocimieto.
En ocasiones (en bastantes ocasiones, de hecho), estas familias experimentan después sentimientos de culpa o remordimientos. "¿Y si...?" Tienen todo el derecho. Se están despidiendo de mucho más que una lactancia o de un deseo: se están despidiendo de su propia maternidad, tal como la habían imaginado. Como toda despedida importante, tiene su propio proceso de duelo. Y, como todo lo demás, la intensidad y duración de este duelo dependerá de cada familia, de lo que necesite. Lo mejor que podemos hacer los demás por esa familia es respetarla: su decisión, su tiempo.
Juzgar desde la barrera a una familia que ha decidido no amamantar es tentadoramente fácil: por eso, como sociedad, casi podemos decir que tenemos la responsabilidad de no hacerlo. Porque, cuando hablamos de personas, no existen las cosas fáciles. Las personas somos complejas. Nuestras circunstancias son complejas. Y, sin duda alguna, las decisiones que tomamos sobre nuestros hijos siempre son las que consideramos mejores para ellos, en consonancia con nuestro contexto y con nosotros mismos.
En la lactancia, en la maternidad y en la vida en general no existen caminos fáciles. Pero hay caminos que se hacen mejor cuando nos sentimos acompañados. Y, por fortuna para el mundo, cualquiera puede dar un abrazo, tocar un hombro o, simplemente, escuchar en silencio. No hace falta ser monitora de LLL para poder acompañar.
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