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Cuando era pequeña, en el cole nos explicaba la profe de lengua qué era la comunicación:
“…para que haya comunicación tiene que haber un emisor, un
receptor, un canal y un mensaje…”
Era de esos temas que “entraban solos” y para los que era
fácil encontrar ejemplos: las señales de humo de los indios, los silbidos de
los habitantes de la Gomera, la publicidad, las conversaciones… Si ahora me
preguntaran diría también: “la lactancia”.
La lactancia es, además,
una forma de comunicación entre madre y bebé.
El emisor y el receptor son la madre y/o el bebé,
indistintamente, el canal es el antes, el durante y el después de dar de mamar
a tu hij@, y algunos de los mensajes intercambiados podrían ser:
¿Mamá dónde
estabas? No te sentía, tenía frío, creí que estaba sólo, menos mal que estás
aquí… ¡uff! ¡qué alivio!…mmm.. ¡qué rica está tu leche mamá!
Mamá, no
sé qué me pasa, me duele al mamar, no puedo, buahhh, me duele, buahh mira a ver
mamá.
¡Mamá
estoy agotado, vaya día, no puedo ni mamar!, tranqui, dile a papá que me coja,
que me meza un rato y me duermo…luego te veo
¡Tengo un
hambre mami!, perdona mamá, pero es que necesito tomar teta cada dos por tres,
no sé por qué, gracias por tu paciencia, pero es que me lo pide el cuerpo…¿igual
estoy creciendo mamá?
Hijo, ¿me
has echado de menos?, yo a ti también mi vida, qué lata esto de tener que
trabajar, pero tú tranquilo cariño, te quedas con papá, con la abuela, que te
quieren muuuucho, y tienen muuuuchas ganas de pasar tiempo contigo. ¡Me encanta
que quieras mamar nada más verme y fundirnos en este abrazo cuando vuelvo!
¡Cuánta
gente mamá!, ¡cuánto ruido! ¿por qué coméis uvas tan deprisa?, ¿qué pasa?, no
entiendo nada, teta por favor, otra vez, otra vez….
Mamáaaaa,
buaaaaaah me he caído…..buaaaahhhh… Ven cariño, ven, ya verás qué pronto pasa…Glu,
glu, glu… ¿Qué tal mi amor? ¿Va pasando?, tranquilo, aquí estoy, todo va a ir
bien
Nuestros bebés todavía
no hablan, pero observan, oyen, sienten, y nosotras también.
La lactancia es esa carretera por la que viaja el mensaje: Tengo frío,
tengo sueño, estoy raro, te echaba de menos, tengo hambre…, aquí
estoy, tranquilo, mamá va a ver cómo puede ayudarte…cuando nuestros cuerpos se pegan, nuestras miradas se juntan,
cuando nuestro bebé toca con su manita nuestra cara…o cuando no lo hace, cuando mama nervioso, cuando no quiere
mamar, cuando mama todo el rato, cuando se consuela porque se ha caído...
Ahí se está produciendo LA COMUNICACIÓN, el mensaje llega y
ambos podemos actuar en consecuencia, o simplemente disfrutar de él.
La lactancia no es sólo
alimento, es mucho más. La lactancia nos ayuda a estar cerca de nuestros bebés, observarlos,
escucharlos, y por lo tanto ayuda al establecimiento del apego, un vínculo
emocional duradero, que nos ayudará a tener mejor comunicación, una mejor
relación con ellos cuando crezcan, y a ellos a tener relaciones emocionalmente
más sanas en el futuro, relaciones basadas en la escucha, en la empatía, la
comprensión, la confianza…
Por todo ello permitidme sugeriros que dejéis entrar y salir
esos mensajes, comunicaros con vuestros bebés, miradlos, habladlos, tocadlos,
cogedlos, escuchadlos. Os deseo que disfrutéis de tener la suerte de poder comunicaros así
con vuestros hijos.
Os dejo aquí una interesantísima lectura:
Adolfo Gómez Papí, pediatra del Hospital
Universitari de Tarragona “Joan XXIII”, IHAN desde 1997. Facultat de Medicina.
Universitat Rovira i Virgili en su libro “El
Poder de las caricias”, recomendado por La Liga de La Leche, aborda este tema. Aquí os dejo un extracto.
Nacemos con solo el 25% de nuestro cerebro desarrollado y, por lo tanto,
con muchas menos habilidades y capacidades que los monos. Somos el cachorro más
frágil e indefenso de la naturaleza, el que más depende de su madre y de su
padre para sobrevivir, para crecer y para aprender a ser un ser humano adulto.
En alerta tranquila se ha comprobado que los recién nacidos conocen a su madre por su olor y por su voz desde
antes de nacer, que ven muy bien de cerca, que necesitan intercambiar miradas
con la persona que les cuida y que son capaces de devolver un gesto o una
sonrisa. Necesitan sentirse protegidos,
calientes y necesitan el alimento
APEGO Y CRIANZA
La relación de apego son los lazos
emocionales que el bebé desarrolla con su madre y, más adelante, con su padre. Va construyéndose día tras día y mes tras mes durante la más tierna
infancia
El bebé no sabe controlar ni regular sus emociones,
desconoce qué es lo que siente o la emoción que experimenta. A través de las respuestas de la
madre a sus necesidades, el bebé aprende a autorregularse.
El llanto de su hijo ocasiona en la madre una respuesta innata de cogerle
en brazos, de calmarle y de atenderle.
Los consejos tipo “si le coges en
brazos, le vas a malcriar”; “déjale llorar, que no es malo que llore” van
totalmente en contra del instinto maternal y obstaculizan el establecimiento de
una relación de apego seguro del bebé con su madre.
LACTANCIA MATERNA Y APEGO SEGURO
Las bases de una relación de apego
seguro del bebé con su madre son: el establecimiento del vínculo afectivo madre hijo (embarazo
deseado, parto respetado, contacto precoz); la
preocupación maternal primaria (la atención de la madre durante los
primeros meses está absolutamente centrada en su hijo, por un mecanismo de
origen hormonal) y la lactancia materna a demanda.
Cada vez que el bebé toma el pecho su
madre segrega prolactina y oxitocina. La prolactina, además
de ser la responsable de la producción de leche, hace que la madre esté más
pendiente de su hijo. Y la oxitocina, que hace que la leche salga del pecho y
que la madre sienta amor hacia su hijo. Y eso ocurre cada vez, varias veces al
día.
La madre responde a las necesidades de su hijo ofreciéndole el pecho que
es, además de alimento, refugio,
protección, calor y alivio del dolor. Y lo hace a demanda de su hijo, sin
esperar a que llore. Simplemente porque se esté succionando el puño o porque se
acaba de despertar. Si el bebé solo
quería consuelo, lo obtendrá enseguida y se quedará tranquilo. Si tenía hambre,
se sentirá saciado enseguida. Si se sentía solo, obtendrá protección del abrazo
cariñoso de su madre mientras mama. Una y otra
vez mientras dure la lactancia, que la OMS recomienda dos o más años.
POSICIÓN EN CRIANZA BIOLÓGICA. LA LACTANCIA MATERNA ES
NATURAL
Los bebés nacen con una serie de habilidades que les permiten alcanzar el
pecho de su madre, abrir la boca completamente y mamar de forma eficaz. Como
cualquier otro cachorro mamífero.
En 2008, Colson publicó un excelente trabajo en el que describía la
posición en crianza biológica (la madre recostada con su bebé encima de ella) y los 20 reflejos que el bebé humano pone
en marcha para agarrarse espontáneamente al pecho.
Para que un bebé pueda alcanzar el pecho de su madre por sus propios
medios, la madre debe estar echada boca arriba, con la espalda algo elevada
(entre 30 y 60 grados). Si se coloca a su hijo entre sus pechos, boca abajo, en
contacto piel con piel, con ambos brazos a los lados de su cabeza, el bebé, por
instinto, empezará a lamer y a chupar la piel del tórax de su madre, a chuparse
los puños, cabeceará (levantará y bajará su cabeza repetidamente) y, poco a
poco, se desplazará hacia uno de los dos pechos, girará la cabeza hacia su
madre y, probablemente, se la quedará mirando durante unos minutos, embelesado,
inmóvil, en alerta tranquila, relacionando el olor y el calor de su piel, el
sonido de su corazón y de su voz, con la cara de su madre. Generalmente, la
cabeza del bebé irá descendiendo desde la base del pecho hasta el pezón, de
manera que antes de llegar a su objetivo, el bebé notará el pezón en su
mejilla. Cuando eso ocurra, empezará a buscar el pezón (moverá la cabeza de
lado a lado y abrirá la boca muy grande). Ante la sorpresa de la madre (y,
sobre todo, de las abuelas), se agarrará al pecho sin ayuda.
Para facilitarle los movimientos del cuerpo (reptará, pataleará, empujará
con las piernas, braceará), se recomienda que la madre le facilite un tope en
los pies con sus manos. Así, podrá apoyar sus pies en las manos de su madre
para darse impulso y moverse.
En contacto piel con piel y en posición de crianza biológica, es el bebé el que alcanza el pecho y
no la madre quien mueve su pecho hasta la boca de su hijo. Una vez agarrado y
mamando, la fuerza de gravedad mantiene la cabeza del bebé totalmente hundida
en el pecho materno. La madre estará más cómoda porque no tiene que hacer
fuerza para sostener al bebé cerca del pecho. No necesitará cojines de
lactancia ni almohadones. El bebé estará colocado en bandolera: inclinado, no
en posición totalmente horizontal (como se recomienda clásicamente) y,
seguramente, sus pies harán tope en las piernas de su madre y no estarán en el
aire. Y, claro, quedará barriga contra barriga.
Nada más colocar al bebé entre los pechos de su madre, en contacto piel con
piel, podemos apreciar como gotea leche de los pezones. La piel del tórax
materno es muy sensible y el contacto con su hijo estimula la producción de
oxitocina. Así, la posición en crianza
biológica no sólo favorece la lactancia materna y el bienestar del bebé, sino
también el establecimiento del vínculo afectivo durante el primer mes, la
relación de apego seguro entre el bebé y su madre, y la crianza natural.
A medida que pasan los meses, el intercambio de miradas, caricias y gestos entre la madre
y su hijo durante la toma es más intenso y variado. La leche sigue siendo el alimento más
completo para su bebé, pero la
importancia de la lactancia materna para madre e hijo desde el punto de vista afectivo es, si cabe, todavía más
evidente.
OTRAS CONCLUSIONES…
Los adultos que han disfrutado de una
relación de apego seguro con su madre son personas más cálidas, más estables
desde el punto de vista emocional, con relaciones
íntimas más satisfactorias, más positivas, más integradas socialmente y tienen
perspectivas coherentes de sí mismos, porque se han
activado frecuentemente (y, por tanto, han permanecido) las conexiones
nerviosas de la empatía y la
estabilidad emocional.
Una buena relación de apego les aporta las armas emocionales adecuadas
para una buena adaptación y relación social.
El adulto independiente ha sido un bebé totalmente dependiente y,
posteriormente, un niño autónomo.
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