miércoles, 27 de septiembre de 2017

¡CONECTADOS!




EMPEZANDO
¡Uff mamá estoy agotado!
¿Qué tal tú?
Sergio, una hora de vida
CONTROLADO
Pues la verdad es que ahora prefiero mirarte
Lucas, 3 meses


DESTETANDO
¿Mamá estás triste?, 
Iván, 10 meses



Cuando era pequeña, en el cole nos explicaba la profe de lengua qué era la comunicación:
“…para que haya comunicación tiene que haber un emisor, un receptor, un canal y un mensaje…”
Era de esos temas que “entraban solos” y para los que era fácil encontrar ejemplos: las señales de humo de los indios, los silbidos de los habitantes de la Gomera, la publicidad, las conversaciones… Si ahora me preguntaran diría también: “la lactancia”.

La lactancia es, además, una forma de comunicación entre madre y bebé.

El emisor y el receptor son la madre y/o el bebé, indistintamente, el canal es el antes, el durante y el después de dar de mamar a tu hij@, y algunos de los mensajes intercambiados podrían ser:

¿Mamá dónde estabas? No te sentía, tenía frío, creí que estaba sólo, menos mal que estás aquí… ¡uff! ¡qué alivio!…mmm.. ¡qué rica está tu leche mamá!

Mamá, no sé qué me pasa, me duele al mamar, no puedo, buahhh, me duele, buahh mira a ver mamá.

¡Mamá estoy agotado, vaya día, no puedo ni mamar!, tranqui, dile a papá que me coja, que me meza un rato y me duermo…luego te veo

¡Tengo un hambre mami!, perdona mamá, pero es que necesito tomar teta cada dos por tres, no sé por qué, gracias por tu paciencia, pero es que me lo pide el cuerpo…¿igual estoy creciendo mamá?

Hijo, ¿me has echado de menos?, yo a ti también mi vida, qué lata esto de tener que trabajar, pero tú tranquilo cariño, te quedas con papá, con la abuela, que te quieren muuuucho, y tienen muuuuchas ganas de pasar tiempo contigo. ¡Me encanta que quieras mamar nada más verme y fundirnos en este abrazo cuando vuelvo!

¡Cuánta gente mamá!, ¡cuánto ruido! ¿por qué coméis uvas tan deprisa?, ¿qué pasa?, no entiendo nada, teta por favor, otra vez, otra vez….

Mamáaaaa, buaaaaaah me he caído…..buaaaahhhh… Ven cariño, ven, ya verás qué pronto pasa…Glu, glu, glu… ¿Qué tal mi amor? ¿Va pasando?, tranquilo, aquí estoy, todo va a ir bien

Nuestros bebés todavía no hablan, pero observan, oyen, sienten, y nosotras también.

La lactancia es esa carretera por la que viaja el mensaje: Tengo frío, tengo sueño, estoy raro, te echaba de menos, tengo hambre…, aquí estoy, tranquilo, mamá va a ver cómo puede ayudarte…cuando nuestros cuerpos se pegan, nuestras miradas se juntan, cuando nuestro bebé toca con su manita nuestra cara…o cuando no lo hace, cuando mama nervioso, cuando no quiere mamar, cuando mama todo el rato, cuando se consuela porque se ha caído...

Ahí se está produciendo LA COMUNICACIÓN, el mensaje llega y ambos podemos actuar en consecuencia, o simplemente disfrutar de él.

La lactancia no es sólo alimento, es mucho más. La lactancia nos ayuda a estar cerca de nuestros bebés, observarlos, escucharlos, y por lo tanto ayuda al establecimiento del apego, un vínculo emocional duradero, que nos ayudará a tener mejor comunicación, una mejor relación con ellos cuando crezcan, y a ellos a tener relaciones emocionalmente más sanas en el futuro, relaciones basadas en la escucha, en la empatía, la comprensión, la confianza…

Por todo ello permitidme sugeriros que dejéis entrar y salir esos mensajes, comunicaros con vuestros bebés, miradlos, habladlos, tocadlos, cogedlos, escuchadlos. Os deseo que disfrutéis de tener la suerte de poder comunicaros así con vuestros hijos.

Os dejo aquí una interesantísima lectura:

Adolfo Gómez Papí,  pediatra del Hospital Universitari de Tarragona “Joan XXIII”, IHAN desde 1997. Facultat de Medicina. Universitat Rovira i Virgili en su libro “El Poder de las caricias”, recomendado por La Liga de La Leche, aborda  este tema. Aquí os dejo un extracto.


Nacemos con solo el 25% de nuestro cerebro desarrollado y, por lo tanto, con muchas menos habilidades y capacidades que los monos. Somos el cachorro más frágil e indefenso de la naturaleza, el que más depende de su madre y de su padre para sobrevivir, para crecer y para aprender a ser un ser humano adulto.
En alerta tranquila se ha comprobado que los recién nacidos conocen a su madre por su olor y por su voz desde antes de nacer, que ven muy bien de cerca, que necesitan intercambiar miradas con la persona que les cuida y que son capaces de devolver un gesto o una sonrisa. Necesitan sentirse protegidos, calientes y necesitan el alimento

APEGO Y CRIANZA
La relación de apego son los lazos emocionales que el bebé desarrolla con su madre y, más adelante, con su padre. Va construyéndose día tras día y mes tras mes durante la más tierna infancia
El bebé no sabe controlar ni regular sus emociones, desconoce qué es lo que siente o la emoción que experimenta. A través de las respuestas de la madre a sus necesidades, el bebé aprende a autorregularse.
El llanto de su hijo ocasiona en la madre una respuesta innata de cogerle en brazos, de calmarle y de atenderle.
Los consejos tipo “si le coges en brazos, le vas a malcriar”; “déjale llorar, que no es malo que llore” van totalmente en contra del instinto maternal y obstaculizan el establecimiento de una relación de apego seguro del bebé con su madre.

LACTANCIA MATERNA Y APEGO SEGURO
Las bases de una relación de apego seguro del bebé con su madre son: el establecimiento del vínculo afectivo madre hijo (embarazo deseado, parto respetado, contacto precoz); la preocupación maternal primaria (la atención de la madre durante los primeros meses está absolutamente centrada en su hijo, por un mecanismo de origen hormonal) y la lactancia materna a demanda.
Cada vez que el bebé toma el pecho su madre segrega prolactina y oxitocina. La prolactina, además de ser la responsable de la producción de leche, hace que la madre esté más pendiente de su hijo. Y la oxitocina, que hace que la leche salga del pecho y que la madre sienta amor hacia su hijo. Y eso ocurre cada vez, varias veces al día.
La madre responde a las necesidades de su hijo ofreciéndole el pecho que es, además de alimento, refugio, protección, calor y alivio del dolor. Y lo hace a demanda de su hijo, sin esperar a que llore. Simplemente porque se esté succionando el puño o porque se acaba de despertar. Si el bebé solo quería consuelo, lo obtendrá enseguida y se quedará tranquilo. Si tenía hambre, se sentirá saciado enseguida. Si se sentía solo, obtendrá protección del abrazo cariñoso de su madre mientras mama. Una y otra vez mientras dure la lactancia, que la OMS recomienda dos o más años.

POSICIÓN EN CRIANZA BIOLÓGICA. LA LACTANCIA MATERNA ES NATURAL
Los bebés nacen con una serie de habilidades que les permiten alcanzar el pecho de su madre, abrir la boca completamente y mamar de forma eficaz. Como cualquier otro cachorro mamífero.
En 2008, Colson publicó un excelente trabajo en el que describía la posición en crianza biológica (la madre recostada con su bebé encima de ella) y los 20 reflejos que el bebé humano pone en marcha para agarrarse espontáneamente al pecho.
Para que un bebé pueda alcanzar el pecho de su madre por sus propios medios, la madre debe estar echada boca arriba, con la espalda algo elevada (entre 30 y 60 grados). Si se coloca a su hijo entre sus pechos, boca abajo, en contacto piel con piel, con ambos brazos a los lados de su cabeza, el bebé, por instinto, empezará a lamer y a chupar la piel del tórax de su madre, a chuparse los puños, cabeceará (levantará y bajará su cabeza repetidamente) y, poco a poco, se desplazará hacia uno de los dos pechos, girará la cabeza hacia su madre y, probablemente, se la quedará mirando durante unos minutos, embelesado, inmóvil, en alerta tranquila, relacionando el olor y el calor de su piel, el sonido de su corazón y de su voz, con la cara de su madre. Generalmente, la cabeza del bebé irá descendiendo desde la base del pecho hasta el pezón, de manera que antes de llegar a su objetivo, el bebé notará el pezón en su mejilla. Cuando eso ocurra, empezará a buscar el pezón (moverá la cabeza de lado a lado y abrirá la boca muy grande). Ante la sorpresa de la madre (y, sobre todo, de las abuelas), se agarrará al pecho sin ayuda.
Para facilitarle los movimientos del cuerpo (reptará, pataleará, empujará con las piernas, braceará), se recomienda que la madre le facilite un tope en los pies con sus manos. Así, podrá apoyar sus pies en las manos de su madre para darse impulso y moverse.
En contacto piel con piel y en posición de crianza biológica, es el bebé el que alcanza el pecho y no la madre quien mueve su pecho hasta la boca de su hijo. Una vez agarrado y mamando, la fuerza de gravedad mantiene la cabeza del bebé totalmente hundida en el pecho materno. La madre estará más cómoda porque no tiene que hacer fuerza para sostener al bebé cerca del pecho. No necesitará cojines de lactancia ni almohadones. El bebé estará colocado en bandolera: inclinado, no en posición totalmente horizontal (como se recomienda clásicamente) y, seguramente, sus pies harán tope en las piernas de su madre y no estarán en el aire. Y, claro, quedará barriga contra barriga.
Nada más colocar al bebé entre los pechos de su madre, en contacto piel con piel, podemos apreciar como gotea leche de los pezones. La piel del tórax materno es muy sensible y el contacto con su hijo estimula la producción de oxitocina. Así, la posición en crianza biológica no sólo favorece la lactancia materna y el bienestar del bebé, sino también el establecimiento del vínculo afectivo durante el primer mes, la relación de apego seguro entre el bebé y su madre, y la crianza natural.
A medida que pasan los meses, el intercambio de miradas, caricias y gestos entre la madre y su hijo durante la toma es más intenso y variado. La leche sigue siendo el alimento más completo para su bebé, pero la importancia de la lactancia materna para madre e hijo desde el punto de vista afectivo es, si cabe, todavía más evidente.

OTRAS CONCLUSIONES…
Los adultos que han disfrutado de una relación de apego seguro con su madre son personas más cálidas, más estables desde el punto de vista emocional, con relaciones íntimas más satisfactorias, más positivas, más integradas socialmente y tienen perspectivas coherentes de sí mismos, porque se han activado frecuentemente (y, por tanto, han permanecido) las conexiones nerviosas de la empatía y la estabilidad emocional.
Una buena relación de apego les aporta las armas emocionales adecuadas para una buena adaptación y relación social.
El adulto independiente ha sido un bebé totalmente dependiente y, posteriormente, un niño autónomo.

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