Se me escapa el dolor entre las entrañas, no puedo hablar, solo quiero esconderme, a oscuras, hacerme pequeña y casi invisible. Quiero estar a salvo con este sentir que no me consuela y a la vez es lo que ahora me hace falta.
Nunca pensé en esa posibilidad y estaba tan cerca...no pensé que nos tocara a nosotros, a nadie le pasa...a nadie que conozca. Y sin embargo es verdad, es ahora.
Tus abrazos me aportan consuelo y a la vez es insuficiente. ¡Qué es esto que ha llegado sin buscarlo, sin siquiera esperarlo, no es bienvenido y sin embargo está aquí!
Recuerdo tu silencio entre mi llanto, recuerdo tu llenar todo mi espacio de protección para que yo pudiera estar dentro protegida, manejando este duelo que me parte el alma y que tanto me dará.
Soy insignificante...¡tan pequeña! y tengo que seguir, tengo que mantenerme en este fondo y tengo que flotar...
Recuerdo abrazos a mi misma, grandes abrazos que no puedo dejar de darme. Y milagrosamente me consuelan, me quiero, me siento en este cuerpo que sostiene lo que soy.
Busco vaciar mis entrañas y mis cuencas con ese agua salada que brota de un manantial interior que no se seca, que no deja de correr, que no deja de nacer en mi alma. Agua que nace, que limpia, que sana, que moja otras ropas que no son las mías.
Siempre estás ahí, me acompañas en la distancia, me llenas de palabras no dichas. Y por ello te quiero.
No sé en qué momento la oscuridad deja paso a la bruma y entre ella...el campo de flores.
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